jueves, 17 de mayo de 2012

“El ejército no era tan patriota como nos decían”


Pedro Maidana fue recibido con aplausos por la numerosa audiencia que se dio cita en el salón de la mutual de los universitarios en Neuquén capital, lugar donde se desarrollan las audiencias del segundo juicio contra los delitos de lesa humanidad ocurridos durante la última dictadura cívico-militar en la región. Maidana estuvo preso cinco años y medio y fue liberado después de haber padecido más de una decena de traslados a distintos lugares de detención del país.
Fue detenido en el colegio secundario nocturno de Cutral Co el 14 de junio de 1976, trasladado a la comisaría 14, al hospital local y luego en una ambulancia a la Unidad Penitenciaria 9 de Neuquén capital. En paupérrimas condiciones fue llevado a La Escuelita de Bahía Blanca vendado de pies a cabeza y traído nuevamente a la U9; pasó 21 días en La Escuelita de Neuquén, retornó a la U9 y de allí a la U6 de Rawson; estuvo luego en el Penal de Caseros, volvió a Rawson y terminó sus días de preso político en La Plata, donde el 22 de agosto de 1982 fue liberado.
Antes de iniciar su extenso relato, el testigo prestó su juramento ante el Tribunal Oral Federal de Neuquén por “los 30.000 compañeros desaparecidos”.
Maidana es un bonaerense de 55 años que no terminó sus estudios secundarios, ya que fue detenido, secuestrado y torturado, a los 19 años, por fuerzas conjuntas de la policía provincial de Neuquén y el Ejército Argentino en la Escuela Nacional de Enseñanza Técnica (ENET) 1, el mismo día que comenzó el “operativo Cutral Co”, el 14 de junio de 1976.
“Vengo a reafirmar lo que declaré hace años”, comenzó diciendo y anticipó que “en esos días sabía que se estaba realizando una razzia, estaba preparado debido a mi militancia, aunque nunca imaginé lo que fue”.
Describió que “ese día cuando llegué a la escuela no había operativo, ni militares, pero en poco tiempo, un compañero me dijo: `te buscan a vos´, cuando salgo veo a dos militares de alto rango hablando con el director, el ingeniero Paris, con el capitán Maier (muerto en 2010) y me dicen que tenía que acompañarlos; entonces el director asiente `vaya nomás´. Cuando llegamos a mi casa estaban mi abuela, mi madre, mis hermanos y Hugo Painemil, un amigo; allí sí, había operativo, llega un celular de la policía, un Fiat 125 y el capitán estaciona y se baja a 20 metros de casa, allí me pregunta el chofer en qué andaba; después salen de mi casa policías de civil, se suben al autito y se van. A mi hermano lo llevan al celular y se lo llevan”.
Maidana contó que “después me llevan a la comisaría de Cutral Co, me tienen contra la pared durante un largo rato, había más gente, luego escuché la voz de Paris que estaba hablando con algún oficial y escucho una frase que quedó grabada en mi cabeza, le dice que soy ‘una mosca de buena senda’, eso significaba que era bueno porque no molestaba, cosa que me sorprendió porque estuvimos muy enfrentados cuando desde el centro de estudiantes en cuarto año hicimos que peligrara su cargo de director al denunciar las condiciones estrictas en que nos pedían en esa época, pelo corto, higiene, corbata, zapatos, cuando muchas familias hacían un esfuerzo enorme por mandarnos a clases, éramos empleados de YPF u obreros de la construcción…” y en medio del relato el presidente del Tribunal Eugenio, Krom, debió interrumpir al testigo debido a sonidos descontrolados de la teleconferencia.
Al retorno, Maidana se refirió a las luchas reivindicatorias en la escuela cuando señaló que “en una volanteada fuimos reprimidos con sanciones y amonestaciones, pero seguimos y al año siguiente algunas cosas cambiaron, también nos involucramos en luchas obreras, acompañando a los trabajadores de una empresa que reclamaron varios días bajo la nieve y también estuvimos con los obreros de El Chocón”.
Continuó con la descripción de lo ocurrido en la comisaría de Cutral Co, al indicar que “dos hombres con pasamontañas que habían estado en mi casa me tomaron del hombro y me llevaron a la oficina del comisario. Me hacen arrodillar y me apoyan la cabeza contra el escritorio, había uniformados de verde y de azul; me hacen bajar la vista a coscorrones y me vendan los ojos y comienzan a preguntarme si tenía armas, que confesara, entonces decidí no decir nada teniendo en cuenta la gravedad de los hechos. Entonces, uno dijo: `Se mancó, llévenselo´; me atan y me conducen hacia fuera, pero por debajo de la venda veo otra vez el Fiat 125 que estaba en casa, entonces empecé a pensar que no iba a terminar bien”.
Luego de dar detalles acerca de su trabajo social y militancia en el PRT, retomó el relato para comentar que cuando llegaron a casa, temió que las revistas políticas que tenía pudieran perjudicar a su familia, “pero mi hermano y mi amigo las quemaron en el baño, mientras estaba el militar de consigna”, recordó.
Posteriormente, argumentó su idea de escapar, al indicar que “a pesar de estar atado, lo intenté para que quedara en evidencia que era un detenido ilegal, igualmente, no escaparía, no tenía dónde ir”. Luego me tiraron al suelo y me pegaron y después me subieron al camión del Ejército que estaba cubierta con una lona en la parte de atrás y  donde empezó la tortura con picana eléctrica, allí tampoco dije nada y pensé que era cuestión de aguantar hasta que se cansaran”.

Detenido a los 19 en el secundario nocturno
Maidana describió que “solamente me levantaban la venda para picanear los ojos y las sienes, la cabeza, la boca, también me golpearon con una pala en el estómago hasta que empecé a perder la conciencia y la retomaba; seguían preguntando por armas, qué teníamos que ver con eso, después me dejaron solo un rato hasta que llegó un médico del Ejército. Traté de no pestañar, me hice el desmayado y no recibí más castigo”.
Luego testimonió que “me bajaron del camión y me subieron a una Citroneta para llevarme al hospital, allí me dejan en una piecita con un soldado armado, una doctora me revisa, pide que nos dejen solos y junto con una enfermera me tranquiliza diciéndome que avisará a mamá y papá. Cuando amanece me trasladan en una ambulancia del Ejército a Neuquén capital”.
Maidana agregó que el día de la detención “fui a casa de José Méndez (conscripto detenido y desaparecido, cuyo caso fue ventilado la semana pasada) por si no estaban avisados, porque con ellos militábamos en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y también fui a ver a Dora Seguel y su hermana quienes militaban en la Juventud Guevarista, para ver qué se podía hacer, sabíamos los militares venían a eternizarse en el poder para pelearle a las luchas sindicales”
“En la U9 –continuó Maidana- me dijeron que me preparara porque mi situación era complicada” y reseñó que “nosotros buscábamos ideales, estábamos compenetrados con las luchas contra el poder dominante de las empresas y los monopolios, alimentábamos una patria socialista. La actividad era expuesta al debatir otro modelo de país y el Ejército no era tan patriota como nos decían. Y así nosotros poníamos nuestro granito de arena para que esto cambie. Ya en 1975 Don Jaime (De Nevares, obispo de Neuquén) nos advertía que cuidáramos a nuestras familias porque la situación del país iba de mal en peor”.
Luego retomó el testimonio para afirmar que “ese 15 (junio de 1976) me llevan al calabozo y empiezan la caravana que viene de Cutral Co, pero no me pude comunicar con nadie, todos teníamos miedo de hablar. Al día siguiente me vendan y me interroga alguien que me informa de mi situación complicada y que me van a entregar a unas personas que me van a hacer papilla. Al tercer día me sacan al pasillo y veo a Chichita Seguel y a otra que no conocí, me llevan al aeropuerto y de ahí al centro de detención clandestino La Escuelita de Bahía Blanca. Antes de subir al avión me vendan de pies a cabeza, me tiran como un chorizo y arriba me ponen unas cadenas para que no me mueva. En Bahía con el único que hago contacto es con Cacho Galarza”.

Las gestiones de De Nevares
Indicó que más tarde lo volvieron a trasladar a la U9 con Eduardo Buamscha y Miguel Pincheira, a un viejo pabellón compartido con Bascuñán y Almarza.  “Me enteré que allí estaban José y Sergio Méndez, entre otras personas”, recordó. “Al día siguiente, ya con uniforme de preso, me hacen poner el pulgar en un formulario y me dicen: ‘se va en comisión’ y me suben a la parte de atrás de un auto con los ojos vendados. Vamos por caminos asfaltados y pedregullo; supuse entonces que era el lugar del interrogatorio. Era La Escuelita. Al llegar me esposan a unas cuchetas, allí estuve 21 días y pude ubicar a Cancio, Seminario y Pincheira. Intercambiábamos un poquito de aliento, nos decíamos que eso no podía durar eternamente, también me castigaron varias veces por hablar con ellos. Nos daban cintazos, nos ataban los pies a las camas, estuvimos varios días bajo esas condiciones, me preguntaban por Sergio y José Méndez, negué que los conociera y de José dije que éramos compañeros de escuela. Entonces, cansados, me tiraron en el camastro y no aplicaron más tortura, creo que ya era por el esfuerzo que hacían las familias afuera junto a Monseñor (De Nevares), creo que por eso el trato fue más benigno, creo que pensaron que era inútil insistir”.
Maidana reveló que “mi temor era muy grande, me costó muchísimo, nos daban de comer y a veces no, el dolor de las esposas, la sed, el hambre, fue una experiencia muy atroz. Una noche se escuchó un gran alboroto, que alguien se había escapado, se oyeron descargas de ametralladoras, el guardia que se quedó con nosotros nos golpeó y descargó su bronca contra nosotros. Con los años me enteré que ese preso estaba vivo y vivía en España. Después de 21 días vendado me llevan a la U9, llegué con conjuntivitis, pero contento de volver a la legalidad, quedaba a disposición del PEN”
Sobre su última estadía en la U9, dijo que “pasaron varios días y después empecé a recibir visitas gracias a los trámites que hizo monseñor, se que recorrió las jerarquías del Ejército, constantemente preocupado por mí, para que no esté solo en este mundo. Esta situación fue bastante traumática, estábamos en una condición de presos políticos y nosotros confiábamos que la civilidad vuelva a reclamar por el retorno de la democracia”.
Tras las preguntas de los abogados, Maidana respondió que “fue un atropello histórico que realizó el Ejército con el poder político. La verdad se impone, la justicia se impone, tienen que aplicar condenas efectivas para la democracia” y puntualizó que “tienen que reconocer que se equivocaron mal, que se condenaron a sí mismos al atacar a toda una generación”.

Fuente: El Diario del Juicio del Sindicato de Prensa de Neuquén. www.spnqn.com.ar/juicio

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